Mucho han hablado de la nueva normalidad, de reinventarse, de adaptarse a los cambios o de acostumbrarse como mínimo al mundo con pandemia. La verdad es que ya el tema se volvió paisaje y discurso motivacional de los coach que se ganan la vida gracias a las inseguridades de los demás.
Los coach…
¿De dónde sale un coach?, ¿Los gradúan de alguna parte?, ¿Quién o qué los certifica como coach?, ¿por qué de un momento a otro son tantos?, ¿por qué pautan tanto en instagram?, ¿por qué eligieron llamarse coach? ¿coach, couch?… it’s so confusing
… convirtieron palabras corrientes en conceptos que hacen ver trascendentales, místicos y transformadores de realidades.
Solo basta oirlos hablando de cambio, propósitos, mentalidades, como si fueran descubrimientos entregados en piedra por parte de algún dios. Aparecen como gurús, seres extraordinarios, transformadores de vidas tan solo a una consignación y un taller de 8 horas de distancia.
La humanidad necesita otra clase de héroes. Personas que salven de cometer estupideces que queden inmortalizadas en vídeo.
La pandemia convirtió a la humanidad en ese profesor graduado con doctorado que no sabe manipular el proyector. La humanidad no sabe manejar Zoom (o cualquier otro).
Se ha visto de todo: personas entrando al baño sin saber que tienen la cámara prendida, personas insultando a otras creyendo que tienen el micrófono apagado, incluso, en Colombia, quedó registrado el momento en el que a una senadora mientras estaba en reunión su hija le grita “te odio” en repetidas ocasiones.
Te enseñan a transformar realidades pero no a encender y apagar la cámara y el micrófono de tus dispositivos. No es que crea que los coach (¿couch?) se deban dedicar a enseñar herramientas virtuales. Allá ellos. Más bien, es cómo a pesar de tener tanto conocimiento y tanta historia como especie, los humanos pueden aun así fallar en aspectos simples diariamente y necesitar pequeñas ayudas así no lo crean.
Y es que después de hacer lo difícil, necesitamos que alguien nos recuerde hacer lo simple.
Seres con ego o un sentido de superioridad desmedido, ridiculizados por no hacer un clic en el momento oportuno. Y al revés: discursos extraordinarios que pierden fuerza por tenerlos que repetir gracias a un micrófono en el estado incorrecto.
Te pueden decir que te vas a comer el mundo, que tendrás todo lo que deseas, que encontrarás-desarrollarás tu propósito de vida y qué debes gritar muy fuerte tu mensaje al resto de la humanidad y aún así no hay que olvidar que mientras se grita tan fuerte debemos escuchar a esa persona que nos recuerda: “oye, estás en mute”.