Lo que no nos cuentan de crecer

De niños solíamos imaginar un mundo de posibilidades y de superación en el que íbamos a lograr cosas grandiosas, fascinantes. Decíamos “cuando crezca” y seguido manifestábamos lo que queríamos ser o tener.  La gran mayoría no siguió su propio plan y está bien.

La perspectiva cambia. Empezamos a pensar diferente.

Mientras crecemos descubrimos el mundo, vemos nuevos horizontes (también barreras) y las personas que nos acompañan por lo general nos muestran (para bien o para mal) un camino que seguir.

Nos invade la ansiedad de crecer. Ansiedad causada por el afán de experimentar las libertades de la vida adulta. Ansiedad causada por inevitablemente tener que asumir responsabilidades para las cuales todavía se cree no estar con preparación suficiente.

A esa ansiedad la alimentaban un montón de mensajes: “vas a tener que estudiar en una universidad”, “vas a trabajar”, “vas a comprar carro”, “vas a poder ir a donde quieras” y las demás cosas que todos siempre dicen.

Y mientras estamos pendientes por lo que vamos a ser o tener, empezamos a notar que la gente se va. Algunas veces de manera repentina, triste, dolorosa y definitiva. 

No nos explicamos qué pasó, o tal vez sí, pero el cerebro no asimila, como queriendo modelar otra realidad. Una realidad que nunca sucede porque simplemente esa o esas personas ya no están, ni estarán.

Solo nos quedamos con una colección de memorias almacenadas en cerebros defectuosos que irán cambiando detalles con el tiempo y sin que seamos conscientes. Haremos el esfuerzo de mantener fidedignos los recuerdos: tomaremos fotos, videos, escribiremos. Igual muchos detalles se perderán, pero es lo que nos queda.

Lidiar con la partida de las personas que nos importan es algo que no nos dicen, o tal vez sí, pero no lo dimensionamos hasta que llega el momento. Nos derrumbamos y nos volvemos a levantar por los seres que todavía quedan o por instinto de supervivencia.
Aprendemos mientras crecemos, aprendemos que la gente se va, aprendemos a decir (con vacíos por dentro): Show must go on.

Se nos va la vida

Implacable. Es lo que diría si tuviera que describir lo que es el tiempo en una palabra.

No distingue raza, especie, estatus, ideología, orientación sexual, tamaño, nacionalidad; nada de esas cosas que nos inventamos los humanos para clasificar todo y sin darnos cuenta poner barreras invisibles. Igualdad pura. Tomen todos sus 24 horas diarias y miren qué hacen con eso.

Hasta que llega el momento en el que ese suministro se suspende. 

Es difícil no pensar en el tiempo y sentirse abrumado. Es como si fuera un dios, solo que no tiene biblias, imagen, forma, nada. No habla, no manda señales, no vigila, no pide diezmo. Es eso que pasa mientras haces algo o no haces nada, no le importa. Simplemente va, a su ritmo, diferente dependiendo de la parte del universo en la que esté.

Una cosa bella del tiempo es que no tiene dueño, nadie puede pararlo, retroceder, adelantarlo, ni venderlo. Solo va y deja que administremos lo que nos da.

Tan imponente y tan desechable. Recurso de un solo uso. Cada segundo empleado en algo es un pasado que no se podrá cambiar. Cada segundo empleado condiciona el siguiente. Cuando de tiempo se trata, todos somos ciegos, vamos caminando un paso a la vez, un segundo a la vez.

Creemos tener el control pero solo vamos en un vehículo sin acelerador y sin freno, maniobrando lo mejor que podemos (o queremos) para llegar a buen destino.

Buen destino. De eso se trata.

El tiempo es una responsabilidad enorme, y más nos vale estar a la altura. No podemos exigirle nada a la vida si no administramos bien el tiempo que nos da.

Aprender a administrar es lo que toca, maximizar para vivir, porque mientras reiniciamos un computador, esperamos en un semáforo, un ascensor o estamos donde no queremos, se nos va la vida.

“Estás en mute”

Mucho han hablado de la nueva normalidad, de reinventarse, de adaptarse a los cambios o de acostumbrarse como mínimo al mundo con pandemia. La verdad es que ya el tema se volvió paisaje y discurso motivacional de los coach que se ganan la vida gracias a las inseguridades de los demás.

Los coach…

¿De dónde sale un coach?, ¿Los gradúan de alguna parte?, ¿Quién o qué los certifica como coach?, ¿por qué de un momento a otro son tantos?, ¿por qué pautan tanto en instagram?, ¿por qué eligieron llamarse coach? ¿coach, couch?… it’s so confusing

… convirtieron palabras corrientes en conceptos que hacen ver trascendentales, místicos y transformadores de realidades.

Solo basta oirlos hablando de cambio, propósitos, mentalidades, como si fueran descubrimientos entregados en piedra por parte de algún dios. Aparecen como gurús, seres extraordinarios, transformadores de vidas tan solo a una consignación y un taller de 8 horas de distancia.

La humanidad necesita otra clase de héroes. Personas que salven de cometer estupideces que queden inmortalizadas en vídeo.

La pandemia convirtió a la humanidad en ese profesor graduado con doctorado que no sabe manipular el proyector. La humanidad no sabe manejar Zoom (o cualquier otro).

Se ha visto de todo: personas entrando al baño sin saber que tienen la cámara prendida, personas insultando a otras creyendo que tienen el micrófono apagado, incluso, en Colombia, quedó registrado el momento en el que a una senadora mientras estaba en reunión su hija le grita “te odio” en repetidas ocasiones.

Te enseñan a transformar realidades pero no a encender y apagar la cámara y el micrófono de tus dispositivos. No es que crea que los coach (¿couch?) se deban dedicar a enseñar herramientas virtuales. Allá ellos. Más bien, es cómo a pesar de tener tanto conocimiento y tanta historia como especie, los humanos pueden aun así fallar en aspectos simples diariamente y necesitar pequeñas ayudas así no lo crean.

Y es que después de hacer lo difícil, necesitamos que alguien nos recuerde hacer lo simple. 

Seres con ego o un sentido de superioridad desmedido, ridiculizados por no hacer un clic en el momento oportuno. Y al revés: discursos extraordinarios que pierden fuerza por tenerlos que repetir gracias a un micrófono en el estado incorrecto.

Te pueden decir que te vas a comer el mundo, que tendrás todo lo que deseas, que encontrarás-desarrollarás tu propósito de vida y qué debes gritar muy fuerte tu mensaje al resto de la humanidad y aún así no hay que olvidar que mientras se grita tan fuerte debemos escuchar a esa persona que nos recuerda: “oye, estás en mute”.

Si Usain Bolt fuera desarrollador

Imaginen a Usain bolt como la tecla más rápida de Silicon Valley. Los dedos más rápidos en escribir código, ejecutar comandos, guardar repositorios, desplegar aplicaciones en servidores remotos y en poner punto y comas (no se sientan discriminados, amantes de Python).

Toda una vida de entrenamiento en mecanografía y lenguajes de programación. Con su teclado propio con configuración personalizada.

 Imaginen un cerebro tan ágil, capaz de aprender más rápido de lo que demora en aparecer un nuevo framework de JavaScript (si no entiende esto que es, no se preocupe, es solo una vaina que aparece muy seguido). Sería el superpoder envidiado de muchos.

Toda esta fantasía podrá servir (si acaso) para entretener la imaginación pero a la larga es inútil. A Nadie le interesa que seas el más rápido manipulando un computador, ni esperan que tengas un cerebro sobre humano.

El punto es que todos quisiéramos ser el Usain del aprendizaje, poder desarrollar habilidades tan rápido que no haya tiempo de sentir frustración por sentir que falta mucho por aprender. Lo que muchos no han asimilado es que es esa misma frustración el indicador de que estás aprendiendo. Si te sientes experto en algo sin sentir frustración, no has aprendido lo suficiente y hay un montón de cosas que no sabes que no sabes.

No vamos a aprender algo a la velocidad de Usain Bolt (del Usain de este relato, obvio. No sabemos las capacidades del real) pero tampoco tenemos porqué demorarnos 10.000 horas ni 5 años en una universidad (en el mejor de los casos).

Porque el asunto de aprender no es un tema de velocidad sino de perseverancia y práctica. De nada sirve leer rápido, ver videos, terminar cursos en un día, o en un semestre o en un año, si no es algo que se va a practicar de manera constante.

Si Usain Bolt fuera desarrollador la rapidez no sería su principal talento, porque su perseverancia, la que usó para entrenarse y correr como nadie, la hubiera empleado en fortalecer otras habilidades. En ese punto no somos diferentes.

Todos quisieran ser Usain para aprender rápido, cuando lo importante es saber aprender.

Sobre la imagen de inicio

La persona que sepa de wordpress (sí, este sitio está hecho en wordpress) sabrá que la imagen de inicio es la que tiene el tema por defecto, y la verdad es que me pareció bonita y no quiero buscar otra por ahora.

Cuando la cambie probablemente haga otro post al respecto. Paz.

Medellín, Colombia, C-137 © 2024